24 Sep
El desarrollo distintivo de la educación adventista comenzó en el año 1872. Desde entonces hubo una expansión creciente de ideas y de acciones que abarcó todos los niveles de la educación. El ideario prosperó desde una comprensión restaurada de los principios bíblicos. Al aceptar las declaraciones de las Sagradas Escrituras como información fidedigna, basó en ellas una pedagogía propia. Esto implicó una renovada visión de la educación como responsabilidad del hogar, así como de los centros educacionales. En este contexto peculiar, comenzó una rápida expansión de un sistema educacional que se transformó en uno de los más destacados del mundo. En ese marco, el 26 de septiembre de 1898 surgió lo que hoy es la Universidad Adventista del Plata. Veamos sus fundamentos.
Toda iniciativa educacional se afianza en un sustrato significativo: la cosmovisión. En esta se asientan las ideas y los actos. Incluye
-explicaciones acerca de la divinidad,
-informaciones acerca del mundo,
-conceptos acerca del hombre mismo.
Cuando la cosmovisión es compartida, forma una base común de convicciones que alimenta los proyectos en torno de valores considerados legítimos. Sustenta, también, la gestión educacional, fija los fines y establece las metodologías para alcanzar las metas.
Siendo que el motivo de la educación es el hombre, vamos a avanzar desde él, para exponer las bases de la comprensión pedagógica adventista. El punto de partida se establece en el Génesis. Aunque el relato no implica un diseño pedagógico, lo sitúa. Estos son los tres aspectos destacados:
a) Cuando el hombre fue creado por Dios se inició la primera relación importante. Con este hecho se originó el primer motivo educacional: conocer a Dios.
b) Al encomendársele al hombre el privilegio de administrar el entorno creado, comenzó una segunda relación destacada. El vasto ámbito recién creado, fue el segundo campo del programa educacional.
c) La creación de la sociedad humana a partir del matrimonio dio origen a la tercera relación significativa: el hombre con su prójimo. Esta abrió el aprendizaje a la esfera de los estatutos de la existencia humana.
Estos ámbitos educacionales fueron vinculantes, activos, concretos. Implicaron el desarrollo armónico de las capacidades físicas, mentales y espirituales. Debían plasmar la felicidad humana permanente.
El mismo informe bíblico también enuncia la potencial contingencia. El ser humano creado a imagen de Dios tenía, a diferencia del resto de la creación, una capacidad similar a la de su Hacedor: la capacidad de pensar y hacer. El privilegio del libre albedrío implícito puso al hombre en un plano de responsabilidad particular. Este, en ejercicio de su voluntad, podía obedecer o transgredir los estatutos de su propia existencia. La transgresión desarticularía, como consecuencia, el orden de los tres vínculos básicos que ofrecen sentido. La continuidad de la vida estaba disponible, a cambio del mantenimiento de los estatutos relacionales que la hacían posible. Esto fue la base del programa educacional.
Pero la transgresión de las leyes de la existencia fue un riesgo latente. Con la infracción irrumpiría la ilegalidad existencial y dejaría al hombre desprovisto de sostén. Daría lugar a la corrupción. El informe señala que esta experiencia ilegal finalmente ocupó el espacio y dio origen a las complicaciones del mal. Un retroceso de las capacidades corporales, intelectuales y morales caracterizó a las personas. La violación de los estatutos de la existencia implicó la mutilación de la vida inmortal. Profanados los vínculos con Dios, con el entorno y con el prójimo, las personas sufrieron un deterioro paulatino y creciente, lo que concluiría con la agonía y la muerte. Esta no fue la represalia, ni el castigo, sino la consecuencia.
Ahora, el proceso de la educación debió incorporar, además, estrategias de recuperación. Estas debían facilitar la restauración de las capacidades originales (físicas, mentales y espirituales), como así también la recuperación de las relaciones degradadas (con Dios, con el entorno natural y con el prójimo). El rechazo de la oportunidad de recuperación solo profundiza la crisis. Por eso, la pedagogía adventista considera que “la verdadera educación significa más que la prosecución de un determinado curso de estudio. Significa más que una preparación para la vida actual. Abarca todo el ser, y todo el período de la existencia accesible al hombre. Es el desarrollo armonioso de las facultades físicas, mentales y espirituales. Prepara al estudiante para el gozo de servir en este mundo, y para un gozo superior proporcionado por un servicio más amplio en el mundo venidero.” E. White, La educación (Florida, Buenos Aires: ACES), 13.
El proceso de volver a relacionar al hombre con Dios, con el entorno natural, con el prójimo, vínculos destruidos por la transgresión, facilita la restitución de las capacidades físicas, mentales y espirituales de los educandos. Un intento de representación gráfica que sitúa al hombre en el centro del panorama educacional restaurador, puede ser este.
Todas las áreas se vinculan. Las tres mayores apuntan a las relaciones que deben ser renovadas en el proyecto de recuperación humana. El trazado de las tres áreas del centro se refiere a la restauración de la naturaleza humana. Desde la perspectiva de las relaciones, el ideario pedagógico diseña, entonces, tres espacios curriculares fundamentales:
. la restauración del vínculo del hombre con Dios: la formación religiosa;
. la restauración del vínculo del hombre con el entorno: las ciencias naturales;
. la restauración del vínculo del hombre con el prójimo: las ciencias sociales.
Estos tres espacios curriculares son interdependientes. Tres áreas, pero un propósito: el rescate de las capacidades corporales, intelectuales y espirituales. Otros ámbitos disciplinares de la educación son instrumentales porque permiten el despliegue de las tres anteriores. Cabe aclarar que en la gestión curricular contemporánea se desglosaron disciplinas que podrían mantenerse en los tres ámbitos relacionales señalados.
“La obra de la redención debía restaurar en el hombre la imagen de su Hacedor, hacerlo volver a la perfección con que había sido creado, promover el desarrollo del cuerpo, la mente y el alma, a fin de que se llevase a cabo el propósito divino de su creación.” (White, La educación, 15 y 16)
En el contexto básico de las convicciones que nutren el ideario educacional, lejos de ver a los estudiantes como son, los ve como podrían llegar a ser, renovados por el influjo transformador del Creador mediante los agentes educadores que sensibilizan a las personas.
La mejor comprensión de este proyecto educacional va en aumento, mientras que el desafío permanece abierto.
Dr. René Smith
1- René Smith. Replanteos en torno de la educación en Occidente (Montemorelos: Publicaciones Universidad de Montemorelos, 2014).
R. Smith. Visión histórica de la Escuela Adventista de Viale (Libertador San Martín: Universidad Adventista del Plata, 2006).
E. White. La educación (Florida, Buenos Aires, 1978).