28 Ago
Desde la primera edición del Encuentro Internacional de Interpretación Musical (EIDIM), estuvo presente para brindar su experiencia y formar parte del equipo que ha hecho de este encuentro algo cada vez más grande. El maestro Iván Cítera, un intérprete reconocido internacionalmente, confesó que ha pasado por su cabeza la idea de plasmar este proyecto dos veces al año. Pero al poco tiempo de pensarlo, la agenda y sus responsabilidades le marcan un «parate» en su proyección del EIDIM.
La Agenda pudo intercambiar algunas ideas con el maestro del piano, finalizando ya este encumbrado encuentro musical.
«El EIDIM es como pisar el acelerador en cuanto al estímulo que produce. Después, con la inercia, debe continuar. Justamente ayer comentábamos que sería bueno realizar dos encuentros al año en vez de uno, pero sabemos que la agenda no lo permite. Nos damos cuenta de que el EIDIM produce entusiasmo en alumnos, profesores e incluso en la comunidad cuando se realizan los conciertos. Es un evento cultural bastante completo.
Ese es el objetivo del encuentro: que a través de la música todos puedan tener un punto de encuentro para compartir y un empuje en lo que se refiere a lo pedagógico y lo cultural».
Se lo puede ver en el Auditorio Raúl Cesán, temprano en la mañana, sentado y reflexivo junto a sus alumnos. Claro, frente al piano. Allí el artista comparte su experiencia, la técnica y la vitalidad que solo aquel que ama lo que hace puede entregar.
«Al ser un evento completo intentamos transmitir varias cosas. Ayer les dije a los chicos en una de las clases que no deben dar por sentado que ser profesor es solamente saber enseñar el instrumento, porque nuestra actividad tiene una particularidad: es una enseñanza personalizada, de uno a uno. Por lo tanto, todo lo que afecte a una de las partes, afecta a la clase y al resultado que obtenemos de ella. Por lo dicho, no solo estudiamos música; también algo de psicología. Hay una parte humana muy especial en la clase, en el intercambio; no es solo música».
El acto fallido del alumno obliga al docente a la corrección. La apelación proviene de finos y armoniosos movimientos de las manos del pianista, que habla y enseña a través de la música.
«Evidentemente, lo que nos importa es que el alumno saque todo su potencial. Yo puedo pasarle un montón de información, pero si no logro que descubra y se convenza por su propio razonamiento de lo que crea y aprende, va a ser en vano. La motivación es uno de los elementos más importantes para esto. Por eso uno, como profesor, en las clases se entrega completamente. Yo les decía a los estudiantes que hay que buscar esos placeres que dan los pequeños resultados y así motivarse. Por ejemplo, cuando yo veo una sonrisa en los chicos porque algo les salió bien, eso significa que tuvieron placer al encontrar lo que buscaban y la satisfacción me alcanza. Por eso, la idea es enfocar los esfuerzos en transmitir la música por lo afectivo, lo emocional, o la pasión que se tiene por esto».