25 Sep
La Universidad Adventista del Plata está celebrando veinticinco años de haber recibido el estatus universitario, y ciento diecisiete años de trayectoria educativa. Muchos sumaron sus esfuerzos para que esta empresa pudiera concretarse, aun teniendo en frente tantos desafíos y reveses.
El Dr. Luis Schulz fue rector de esta casa de estudios superiores. Se desempeñó hasta hace pocos meses como director asociado del Departamento de Educación de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Muy gentilmente, accedió a la entrevista que le propuso La Agenda y respondió algunas preguntas sobre este hito en la historia de la institución.
¿Tendría la amabilidad de contarnos alguna anécdota o situación particular que recuerde y que se relacione con la labor que le tocó desempeñar en aquellos años?
Antes de responder a las preguntas, quisiera recordar el pensamiento del salmista, registrado en Salmos 118: 23 y 24, para definir los veinticinco años de historia universitaria de la UAP: «Esto lo ha hecho el Señor, estamos maravillados de ello. El Señor ha actuado poderosamente, nos gozaremos y alegraremos en él». ¡A él sea la gloria y la honra!
Tomando la idea expresada en 1 Corintios 3:6 y 7, creo que al celebrar el veinticinco aniversario de la Universidad, sería justo mencionar que uno plantó, otro cuidó, otro regó, «pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que da el crecimiento».
Esta historia nació décadas atrás, cuando varios equipos administrativos soñaron; otros planificaron; otros iniciamos las gestiones y desarrollamos un trabajo de elaboración del proyecto universitario; otros fuimos responsables de la conducción institucional en los orígenes y desarrollo a lo largo de estos veinticinco años de existencia universitaria. Como lo expresa el pensamiento inspirado: «El éxito está en unir el poder divino al esfuerzo humano», por ello debemos reconocer el aporte y el esfuerzo mancomunado de diversos equipos administrativos y a todo el personal de la UAP de los últimos treinta años.
Cuando llegué al Colegio Adventista del Plata (CAP) a mediados de 1986 —luego de concluir mis estudios doctorales en los Estados Unidos— y me incorporé al equipo administrativo liderado por el Prof. Emilio Vogel, él me solicitó como una actividad prioritaria en mi calidad de director de Relaciones Institucionales, Promoción y Desarrollo, que estableciera contactos con el Ministerio de Educación a fin de recabar la información de cómo iniciar el proceso para la creación de una universidad. No era una tarea sencilla, ya que desde hacía algo más de una década existía una ley nacional por la cual no se permitía el establecimiento de nuevas universidades, ni públicas ni privadas. Pero como grupo administrativo sabíamos que «si Dios con nosotros, ¿quién contra nosotros?». Lo que para el hombre parecía difícil o imposible, no lo sería para el Señor.
Aunque parecía que la ley era un impedimento inamovible, comencé a recorrer las oficinas del Ministerio de Educación y Cultura, y más específicamente visité la sección a cargo de educación superior para establecer contactos. Fue así que comenzamos a forjar amistad con el Dr. José Luis de Imaz y otros de su equipo de trabajo. Pronto se sumó a las entrevistas el profesor Juan Carlos Olmedo, debido al cargo que cumplía, y juntos comenzamos a leer expedientes presentados por otras instituciones que buscaban su transformación en universidades. Esto nos proporcionó el conocimiento técnico de las características requeridas para la presentación de un proyecto de creación de una nueva universidad.
Una vez que fuimos conscientes de cómo debíamos formular nuestra presentación, un equipo técnico comenzó a trabajar intensamente aquí en el CAP en la redacción de un documento. Fue un día muy emocionante cuando, finalmente, en 1989, presentamos dicho documento para ser considerado en el Ministerio de Educación.
En resumen, una de las mayores alegrías fue el poder contribuir desde el mismo inicio del proyecto universitario y acompañar el mismo, paso a paso, hasta su aprobación en diciembre de 1990, cuando el propio Prof. A. Salonia —a la sazón ministro de Educación— vino a la UAP para entregar personalmente el decreto de creación de la Universidad Adventista del Plata.
¡Qué gran satisfacción debe haber sido la de recibir la visita del ministro de Educación para confirmar la concreción del sueño! ¿Tiene alguna otra satisfacción que quisiera comentarnos?
Más tarde, también tuve el privilegio de servir a mi querida alma máter en la función rectoral por doce años, casi la mitad de los años de vida universitaria que ahora estamos celebrando. Este no es un hecho aislado, sino que personalmente lo sentí muy hondo en el corazón, dado que muchos años antes, por insistencia y pedido de un solo alumno —Luis Ernst, mi tío abuelo—, se fundó la institución con el nombre de Colegio Adventista del Plata. Él llegó aquí como primer alumno el día 26 de setiembre de 1898.
Durante estos años, se fortaleció la identidad adventista y se amplió el servicio a la comunidad y a la iglesia por medio de una serie de logros académicos y el desarrollo de proyectos institucionales que jerarquizaron a la Universidad Adventista del Plata. La institución ha crecido cuantitativa y cualitativamente. La transformación y los logros alcanzados son muchos para enumerar cada uno de ellos, pero deseo resaltar en primer lugar que todo el personal aunó sus esfuerzos, lo cual contribuyó y permitió a la institución ganarse un lugar de prestigio y reconocimiento en el sistema universitario tanto a nivel nacional, como así también en el contexto internacional.
El accionar mancomunado y la expansión balanceada de la institución en todas sus dimensiones permitió el afianzamiento de la transformación de un instituto de nivel terciario a un centro universitario de prestigio y reconocido por la calidad académica y de sus servicios de excelencia.
Uno de los hechos más destacados es que la UAP fue la primera universidad privada de Argentina en adecuarse a la Ley de Educación Superior N.o 24.251, de ser evaluada con propósitos de acreditación institucional por parte de la CONEAU. Indudablemente, una de las realizaciones más destacadas ha sido la consolidación del proyecto educativo universitario que permitió a la institución lograr la autonomía administrativa y académica por medio del reconocimiento plasmado en la autorización definitiva de la universidad otorgada en el año 2002, por las máximas autoridades del Ministerio de Educación, Ciencia y Técnica de la Nación y por el Poder Ejecutivo Nacional de la República Argentina.
Como rector, tuve también la alegría de promover e iniciar junto al equipo de conducción académica numerosas nuevas carreras consideradas necesarias para el mejor cumplimiento de la misión de la iglesia, como así también la acreditación de algunas de ellas por parte de la CONEAU, tales como Medicina, Psicología, Nutrición, Kinesiología, Educación Física, Comunicación Social, Trabajo Social, Maestría en Educación y Doctorado en Teología.
No puedo dejar de mencionar otro logro institucional de aquellos años, el más importante de todos. El esfuerzo del personal, de los alumnos y de un significativo incremento de la inversión en recursos humanos para el área de asistencia espiritual, permitió que como fruto directo del trabajo de alumnos y profesores en la evangelización durante el período 1994-2005, más de 2600 personas fueran bautizadas.
En síntesis, la satisfacción del deber cumplido, el haber podido liderar junto a un excelente equipo de colegas la etapa de mayor expansión institucional en diversas áreas —en el número de alumnos (tanto internos como externos), en el desarrollo de su oferta académica y un crecimiento significativo de su infraestructura edilicia— en toda la historia de la institución. Finalmente, este fue un período de consolidación y desarrollo importante del proyecto universitario, lo cual permitió insertarse en el sistema universitario argentino e internacional.
¿Cuál fue el mayor desafío de superar en los inicios?
Como lo expresa el poeta: «Caminante no hay camino; se hace camino al andar», la institución comenzaba a transitar por nuevos, pero desconocidos senderos. Existían limitaciones de infraestructura, limitaciones económicas y carencia de recursos humanos que contaran con titulación de nivel universitario y de posgrado que, a su vez, contaran con experiencia en docencia universitaria. En otras palabras, existían significativas carencias. La institución, aunque nonagenaria, iniciaba una etapa de rápido crecimiento, como lo es en la experiencia humana el período de la infancia y la adolescencia…
El crecimiento edilicio era una prioridad para hacer frente a requerimientos específicos y para el crecimiento explosivo que se produjo en pocos años. Teníamos que armar una especie de cadena de construcciones, una tras otra, o a veces hasta encimar trabajos: biblioteca; edificio para ciencias de la salud; construcción y renovación de aulas generales y laboratorios; renovación de internados y compra de los hoteles para servir como vivienda de alumnos; pileta de natación y un edificio para la carrera de Educación Física; como así también ampliar el área de música. Esbozamos los planos para la construcción del templo y comenzamos la recaudación de fondos para el mismo.
Fue también durante esos años que nuestro país vivió dos de sus más graves crisis tanto en lo político como en lo económico. Pero somos testigos de cómo Dios fue supliendo de manera milagrosa. Cuando en los años 2001-2003 nuestro país experimentó la peor crisis política, económica y social de su historia, la universidad no quedó al margen de esa crisis, pero bajo la bendición y conducción divina y el manejo administrativo responsable de todo el personal de la UAP, esta crisis fue superada sin necesitar aplicar medidas drásticas y traumáticas de reducción de personal y sin afectar el programa de inversiones para el necesario desarrollo institucional.
¿Qué palabras les transmitiría a las autoridades y a la comunidad educativa de la UAP? ¿Cómo pueden, según su perspectiva, mejorar su aporte para el crecimiento institucional?
Permanentemente se deben realizar esfuerzos para fortalecer la identidad adventista de esta universidad y ampliar el cumplimiento de su misión. También, se debe velar por una expansión armoniosa y equilibrada de todas las áreas a fin de brindar siempre una educación adventista de calidad y excelencia. Debe recordarse siempre: «No tenemos nada que temer del futuro, a menos que olvidemos la manera en que el Señor nos ha conducido, y lo que nos ha enseñado en nuestra historia pasada» (E. G. White).
¿Cuáles cree que son los mayores desafíos en nuestros días?
Recordar que a pesar de lo mucho que valen los edificios o la tecnología, los proyectos o las publicaciones, la primera misión, el centro de gravedad institucional, debería ser siempre el alumnado. Los estudiantes deben estar felices y sentir que ellos son la razón de ser de la institución. Ellos deben ser los actores en el escenario. Ellos deben ser los protagonistas. Si no fuera así, habría un escenario con actores equivocados.
De lo anterior se desprende que debe ser una constante prioridad el trazar planes para ampliar la accesibilidad a los jóvenes adventistas que hoy no están recibiendo el beneficio de la educación superior adventista. Recordemos que una educación adventista de calidad es la que logra que todos los estudiantes
–—independientemente de su procedencia, situación social, económica y cultural— cuenten con oportunidades para adquirir conocimientos, desarrollar las competencias y valores necesarios para vivir sirviendo a Dios y al prójimo. También debe capacitarlos para seguir aprendiendo a lo largo de la vida presente y futura.
Me permito agregar otros desafíos: la lucha permanente contra el secularismo, preservando su identidad al mantener los principios y valores esenciales de la filosofía de la educación adventista; consolidar el cumplimiento amplio de la misión de la educación adventista; todo esto, sin descuidar la calidad académica y la responsabilidad profesional que una universidad tiene para con los miembros de la comunidad educativa, la sociedad y la iglesia.
Un último desafío importante es promover la formación de docentes adventistas de nivel superior competentes, con titulación de posgrado para ejercer las funciones que le son propias a la profesión, es decir la docencia, la investigación, la extensión y la misión.
«Excelencia y servicio» es el lema que describe la identidad y la misión de la UAP. ¿Qué rasgo destacaría en la trayectoria institucional de esta casa?
Este lema no es meramente un eslogan. Para cumplirlo se necesita mucha dedicación y requiere mucho esfuerzo. Cada miembro de la comunidad debe comprometerse con é, pero la primera responsabilidad recae sobre los líderes y directivos de la universidad. Cada acción y decisión debe ser tomada pensando en crecer, consolidar y servir mejor a Dios, a su iglesia y a la comunidad. A su vez, los líderes deben «contagiar» al personal docente y no docente, que así se ve impulsado a crecer en su disposición de servicio. Esto, como una onda expansiva, debe alcanzar a los alumnos —y por qué no— por su influencia, también hasta sus hogares.
No se llega a la excelencia solo por un eslogan, sino por una búsqueda constante e intencional. Esto, por supuesto, implica la especialización académica y profesional de todos los funcionarios. El personal no debería contentarse con un título de posgrado, sino también dedicarse a la investigación, a la asistencia a congresos especializados, a seminarios de su área, y participar de toda oportunidad que haya de crecer profesionalmente. Es importante que el nivel de estudios de posgrado crezca, año en año, hasta poder ser un requisito indispensable para formar parte del plantel docente de la universidad. Los alumnos así se sentirán inspirados y motivados a dar lo mejor de sí mismos en la etapa de su formación y, por supuesto, más tarde como egresados, en su vida de servicio.
Es verdad que tanto el CAP como la UAP han dado egresados y misioneros que llegaron a diversos rincones del mundo, pero no solamente debemos buscar plantar presencia en el campo misionero mundial, sino hacerlo comenzando por «Jerusalén, Judea y Samaria» con un genuino sentido de misión.
Quisiera recordar el deber y el compromiso con la calidad y la excelencia de toda institución educativa adventista: «La obra más importante de nuestras instituciones educativas en este tiempo consiste en presentar ante el mundo un ejemplo que honre a Dios. Los santos ángeles han de vigilar la obra por intermedio de agentes humanos, y todo departamento ha de llevar la marca de la excelencia divina» (Consejos para los Maestros, 56).
Creo también oportuno recordar a todos los miembros del personal de la UAP que la educación adventista será de calidad y excelencia —como lo define el Dr. George Knight— solo si es verdaderamente adventista, y lo será si:
-prepara a los estudiantes para la vida académica, vocacional y social de este mundo;
-si introduce a Jesús como Salvador y ayuda a los jóvenes a entender la Biblia y sus implicaciones como fuente de todo conocimiento verdadero;
-si transfiere a los educandos una comprensión clara de la visión apocalíptica de Dios para el tiempo del fin, con el propósito de motivarlos a dedicar sus vidas a la misión de ser y hacer discípulos para el pronto segundo advenimiento del Señor.
La educación adventista será de calidad y excelencia, solo cuando estos tres pilares se hagan evidentes vinculándose entre sí de manera apropiada. Si descuidamos solo uno de ellos, la institución no alcanzará la calidad y la excelencia de la educación adventista.
¿Cuáles cree, desde su punto de vista, que fueron los sucesos que marcaron un antes y un después en estos veinticinco años de historia?
La transformación del Instituto Superior del Colegio Adventista en la Universidad Adventista del Plata pasando de menos de quinientos alumnos —con una tendencia en sentido decreciente— a lograr durante su primera década cuadriplicar esa cifra; preservando siempre la identidad, la filosofía y la misión adventista, como componente esencial del ADN genético institucional.
El crecimiento y el desarrollo constante y una expansión equilibrada en todas las dimensiones institucionales. Durante este período, un elevado número de sus recursos humanos obtuvieron titulación de posgrado (maestrías y doctorados) y el perfeccionamiento involucró a casi la totalidad de los miembros de su cuerpo docente. Durante este período, la UAP ha experimentó su transformación de institución de enseñanza a una comunidad universitaria que desarrolló de manera destacada las áreas de docencia, investigación, extensión y misión universitaria.
Otro aspecto importante a destacar fue la aplicación de una política de ampliar el servicio de la UAP atrayendo a estudiantes internacionales como miembros de la comunidad educativa universitaria de la UAP. Para ello, también se amplió significativamente el cuerpo docente con catedráticos procedentes de otros países y continentes. Durante la década de 1996 a 2005, el alumnado internacional de la UAP creció en más del 500 %, llegando a contar en el 2005 con seiscientos alumnos extranjeros provenientes de cuarenta y cinco países de los cinco continentes. Este crecimiento representó más de un 300 % con relación al año 1994.
Indudablemente, una de las realizaciones más destacadas ha sido la consolidación del proyecto educativo universitario que permitió a la institución lograr la autonomía administrativa y académica por medio del reconocimiento plasmado en la autorización definitiva de la universidad otorgada en el año 2002 por las máximas autoridades del Ministerio de Educación, Ciencia y Técnica de la Nación y por el Poder Ejecutivo Nacional de la República Argentina.
En síntesis, como educador y exrector, he sido testigo durante los doce años de gestión de las generosas bendiciones divinas. Por ello, concluyo con la expresión de Salmos 103: 1 y 2: «Bendice, alma mía a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios». A Dios sea la honra y la gloria.
En los últimos veinticinco años, la UAP ha entregado al ámbito profesional, miles de profesionales con formación de perfil cristiano. ¿Qué influencia ha tenido esta formación y cómo ha sido beneficiada nuestra imagen institucional por medio del ejercicio de la profesión de sus graduandos?
Altamente positiva al nivel nacional e internacional. Pero destacaría por sobre todos, al nivel denominacional, dado que ha permitido la formación de profesionales misioneros que están sirviendo en diversas responsabilidades en el campo misionero mundial.
Recordemos un objetivo importante de la educación adventista de nivel superior, expresado en el pensamiento de la pluma inspirada con las siguientes palabras: «Con semejante ejército de obreros como el que nuestros jóvenes, bien preparados, podrían proveer, ¡cuán pronto se proclamaría a todo el mundo el mensaje de un Salvador crucificado, resucitado y próximo a venir!» (La Educación, 271). Es mi deseo que este objetivo pueda ser alcanzado en breve.