Prof. Juan Carlos Olmedo: «Somos la Universidad Adventista del Plata»
La Universidad Adventista del Plata (UAP) se encuentra celebrando sus veinticinco años como institución universitaria. Fueron varias las personas que trabajaron para que esta casa de estudios alcanzara el estatus de universidad. Por este motivo, conversamos con el Prof. Juan Carlos Olmedo, uno de los involucrados en la transición del Colegio Adventista del Plata (CAP) a Universidad Adventista del Plata (UAP). En una entrevista realizada antes de su deceso, el Prof. Olmedo relató su paso por la institución.
«Vine al CAP con un pequeño título. En aquellos tiempos uno podía elegir si estudiar en una escuela industrial o en un bachillerato común. Yo elegí la primera opción. Había estudiado cinco años en la escuela secundaria de Santa Fe. Pero cuando llegué, tuve que cursar mis estudios otra vez porque no existía convalidación entre las escuelas industriales, donde yo había estudiado, y las llamadas nacionales o bachilleratos. Así que arranqué de nuevo. Mi idea, en un principio, era estudiar Teología, que en ese tiempo era una carrera de un año.
»El profesor Carlos Biaggi, que se desempeñaba como rector del CAP, se acercó un día y me contó que estaban sufriendo la falta de profesores. Me preguntó si podía dar clases en un curso y fue así como empecé. Enseñé Castellano durante cuatro años, mientras era alumno. Pero creo que estaba preparado por dos razones: primero, porque ya había pasado por la secundaria; y segundo, porque mis padres, cuando yo era pequeño, me habían mandado a una academia de declamación, que eran escuelas que existían por esos años, donde enseñaban el arte de la palabra. Ya en el segundo año me dieron dos materias más a mi cargo. En el tercer año, otra. En el cuarto año ya tenía una agenda armada como profesor.
»Cuando terminé mis estudios secundarios en el CAP, me pidieron que siguiera estudiando el Profesorado de Castellano en Paraná. Recuerdo que viajábamos con Carlos Morales y otros profesores. Compramos un autito y nos íbamos a la capital entrerriana para cursar el profesorado. Mientras tanto, seguíamos enseñando en este lugar. Fue en 1958 cuando empecé a enseñar. Por lo tanto, si sacamos cuentas, son más de cincuenta años los que trabajé en la institución.
»Pasé por todos los cargos que puede haber. Primero fui profesor-alumno, después fui ayudante de cátedra, más tarde me pusieron como profesor con título, estuve también como preceptor, como director del Hogar de Varones y como director de la enseñanza media, hasta que llegué a tener a mi cargo la Vicerrectoría de Comunicaciones. Finalmente, me pusieron como vicerrector académico, aunque en varias ocasiones me tocó ponerme el traje de rector, cuando no se encontraba».
El Prof. Olmedo también se refirió a las dos tareas importantes en las que le tocó desempeñarse en sus primeros años de trabajo en la institución.
«Fui secretario general de tres rectores, es decir que trabajaba en forma directa con ellos. El Pr. José Tabuenca, que era rector del CAP en ese entonces, me encargó dos trabajos especiales.
»El primer trabajo consistía en proseguir con la relación existente con el ejército. Era una labor de carácter prioritario, ya que necesitábamos con urgencia la excepción para los alumnos de Teología que debían realizar el servicio militar.
»La segunda tarea consistía en consolidar la relación con el Ministerio de Educación. Fue en las reuniones con los ministros donde comencé a conocer gente. Entre las personas que conocía había uno que era especial. Era el director de lo que en ese tiempo se llamaba la Superintendencia Nacional de la Enseñanza Privada. Sucede que el Ministerio tiene dos entes: uno que se encarga de lo público y el otro de lo privado. Y el que dirigía la enseñanza privada era un profesor muy bueno. Llegamos a ser grandes amigos. Recuerdo que cuando conversábamos, yo contaba con cierta ventaja. Tenía una preparación técnica que me permitía conocer los dos lados de la educación. Si me hablaba de los colegios técnicos, me los conocía de memoria, ya que había cursado mis estudios en una escuela industrial. Y si me hablaba de colegios privados o de terciarios, me los conocía de memoria también. Pero la ventaja más grande que tenía era el apoyo financiero que recibía por parte del CAP».
El Prof. Olmedo recordó también cuál fue su reacción cuando escuchó por primera vez la idea de crear una universidad en Libertador San Martín.
«Unos años más tarde me nombraron vicerrector académico. Además, era director de enseñanza media. Conocía todos los departamentos y tenía una buena base de preparación académica: ya había terminado dos profesorados. En ese tiempo la escuela secundaria estaba muy bien. Yo era el director y teníamos casi setecientos alumnos. Pero el terciario estaba comenzando a vivir una crisis. La explicación era simple: los chicos, una vez que terminaban la secundaria, lo que buscaban era un título universitario, y nosotros no se lo podíamos ofrecer. En ese momento estaba como rector el profesor Emilio Vogel. Recuerdo todavía sus palabras: “Olmedito (así me llamaba), ponete al frente de un nuevo proyecto. Vamos a iniciar los trámites para transformar el terciario en universidad”.
»Era una cosa de locos. Imposible. Había una ley nacional, que en su famoso artículo séptimo prohibía la creación de universidades privadas. Mientras esto surgía, en la escuela secundaria, cuando estaba de director, había conocido un compañero de trabajo ambicioso, un ayudante que hacía de vicedirector. Era el profesor Luis Schulz. Trabajamos juntos por un tiempo. A él lo nombraron con el tiempo vicerrector de Relaciones Institucionales, que era el puesto donde yo me había desempeñado por varios años. Teníamos muchos planes para la institución, pero ninguno como el que le planteé ese día: realizar un estudio de factibilidad con su ayuda para transformar el colegio en universidad.
»Para entonces, yo ya había estudiado toda la historia del CAP. Sabía de los intentos fallidos. Otra gente había presentado proyectos, pero ninguno había prosperado. Y Luis me apoyó. Formamos una comisión especial, que yo presidía, formada por Hernán Hammerly, Delia de Fonseca, y otras tres personas.
»El estudio de factibilidad nos llevó más de un par de años. Había muchas dificultades. Entre ellas, las personas de la Villa no querían perder la tranquilidad a la que estaban acostumbrados. Creían que la llegada masiva de jóvenes podía provocar que la paz de Libertador San Martín desapareciera. Pero si no se hacía algo urgente, este lugar estaba destinado a evaporarse. Sí, el secundario iba a seguir funcionando, pero el terciario ya no daba para más. Las opciones eran aceptar la universidad o dejar que esto se marchite hasta esfumarse».
Uno de los momentos que el Prof. Olmedo relató con alegría fue su viaje a Buenos Aires acompañado del Dr. Luis Schulz para tramitar el «Proyecto Universidad».
«Cierto día, junto con Luis Schulz, decidimos viajar a Buenos Aires, más precisamente al Ministerio de Educación. La gente quizás pensaba que teníamos un plan armado, que nos estaban esperando para concretar algún tipo de reunión pactada, o que ya habíamos conversado de antemano con un ministro. Pero no. La verdad es que no conocíamos nada.
»Recuerdo que fuimos a un edificio donde atendían todo lo que eran las gestiones privadas. ¿Qué fue lo que hicimos? Leímos. Íbamos piso por piso leyendo los carteles que colgaban de las puertas de cada oficina, hasta que llegamos al cuarto piso y vimos un cartel que decía “Dirección Nacional de Universidades Privadas”. Acá estamos, donde tenemos que estar, le dije a Luis. Y entramos.
»Nos atendieron bien, pero cuando les explicamos el motivo de nuestra visita, la cara del hombre que nos atendía se transformó. Me acuerdo como si fuera hoy cuáles fueron sus palabras. Después de mirar un estante donde había varias carpetas y documentos, dijo: “¿Ven eso? Ahí hay veinte solicitudes para crear universidades. Y a todos les respondimos que no podemos autorizar nada, por la ley que lo impide”. Entonces le dije que quería que visite la Villa. Se sorprendió, pero aceptó. Su apellido era Piccaluga. No recuerdo su nombre. Pero vino a conocer este lugar. Quedó encantado. Fue el puntapié inicial para lo que pretendíamos. Piccaluga nos presentó a otro dirigente, este a otro, ese último a otro, y así hasta que llegamos a conocer al ministro de Educación, Dr. Antonio Salonia. Cuando entramos a su oficina, me acuerdo que me recibió con un afectuoso “Olmedito, que bueno verte por acá”. Él no se había olvidado de mí. Sucede que Salonia, antes de convertirse en ministro, dirigía las instituciones privadas terciarias. Y a mí me había tocado reunirme varias veces con él para tramitar excepciones, permisos o cursos. Y ahora era ministro. Estaba por encima de todo eso. Charlamos bien, hasta que surgió el tema de la ley que nos impedía continuar con nuestro proyecto. “Pero hay caminos alternativos para eso, dijo Salonia. Todo puede tramitarse vía excepción”.
»Volvimos a la Villa con la mejor de las novedades. Comenzamos a trabajar con nuestro proyecto “vía excepción”. En el colegio me alivianaron de todos mis cargos para que trabajase a tiempo completo en el tema universidad. Continuamos trabajando por un tiempo hasta que a Luis Schulz le tocó marcharse a Brasil.
»En lo administrativo también hubo novedades: nombraron como rector al profesor Carlos Morales. Carlos era muy amigo mío. Cuando lo nombraron me dijo: “Mirá, me acaban de nombrar rector y te hice nombrar vicerrector. Aceptá, y lo único que te voy a pedir es que para el 25 de mayo inauguremos la universidad”. Era una locura. Y él lo decía un poco en broma y un poco en serio. Pero ahí empezamos a trabajar de verdad. Conseguimos que nos otorguen el estatus de universidad. Era un documento temporal.
»El tiempo pasó y al que nombraron como nuevo rector era alguien conocido: Luis Schulz. Luis fue repatriado. Cuando asumió, me llamó para darme una tarea mucho más difícil: conseguir el estatus de universidad de forma definitiva. Y fue un objetivo que se logró cumplir. Pasamos a ser una institución reconocida como todas las demás. Fueron cuatro las casas de estudios declaradas de forma definitiva: la Universidad de Palermo, la Universidad Maimónides y la Universidad Austral; la cuarta, fuimos nosotros, la Universidad Adventista del Plata».
El Prof. Olmedo destacó la ayuda recibida del Pr. Rubén Pereyra, y los dirigentes Salonia y Piccaluga.
«Una persona muy importante con la que contamos fue el Pr. Rubén Pereyra, que en aquel tiempo era presidente de la Unión Austral. Si no hubiésemos tenido su ayuda, que significaba el apoyo de la Iglesia, nada hubiese prosperado. Rubén, un gran amigo, nos apoyó.
Otra de las personas que el Prof. Olmedo recordó con alegría fue al Dr. Mario Humberto Rasi, quien fue el primero en proponer la creación de la carrera de Medicina en la UAP.
«Un día llegó a la Villa un compañero mío de estudios secundarios. Había estudiado aquí en el colegio, pero en aquel tiempo se había hecho conocido y se desempeñaba como el director de Educación de la Iglesia Adventista a nivel mundial. Era el Dr. Mario Humberto Rasi. Éramos amigos, y a la vez era el hombre que había sido puesto por la Iglesia para encarar la creación de la universidad. Así que trabajamos juntos con los planes de estudios y otros trámites.
»Cuando estaba haciendo el listado de carreras, recuerdo que me interrumpió y me dijo: “Juan Carlos, en el listado de carreras no te olvides de poner Medicina”. ¿Medicina? ¿Estás seguro?, respondí. Lo que pasaba era que todos conocíamos los problemas que estaba teniendo la carrera de Medicina en México. La universidad adventista de esa zona ofrecía la carrera, pero no tenía el aval ni el apoyo de la Asociación General. Pero Mario insistió. Y la pusimos en el listado. Entonces decidí que también debíamos poner la carrera de Comunicaciones, que era un área que me interesaba mucho y donde había trabajado por muchos años. Y entonces Carlos Morales se levantó y dijo: “Si ponen Medicina y Comunicación, van a tener que poner también Educación Física. Y así lo hicimos. El listado terminó con cincuenta y tres carreras. Una bestialidad. Solamente un inconsciente lo pone. Y yo era un inconsciente, pero de los buenos, porque creía que nuestro sueño era posible».
Decidieron enviar un representante del área de la salud para que evaluase la situación con mayor profundidad. El Prof. Olmedo relató con detalles el encuentro entre el director de Salud de la Asociación General y el ministro de Salud de la República Argentina.
»Tiempo más tarde llegó el director de Salud de la Asociación General y solicitó una reunión con el ministro de Salud de la República Argentina. Yo era el responsable de conseguir la entrevista. Costó, pero logramos concretar la reunión entre el doctor de la Asociación General y el ministro de Salud.
»Había más o menos quince personas presentes ese día. Se saludaron. Para comunicarse tenían un traductor de por medio. Se sentaron. Entonces, el director le hizo la primera pregunta al ministro. Fue directo: “Sr. Ministro: como representante de la Iglesia Adventista en el área de la salud, tengo solo una duda. La República Argentina, ¿necesita más médicos?”. El ministro contestó: “No, doctor. No necesitamos más médicos en Argentina. Pero sí necesitamos médicos como los que forma la Iglesia Adventista”. Fue tremendo. Tenía ganas de pararme y aplaudir».
El Prof. Olmedo contó, además, cómo fue el momento en que el Dr. Salonia firmó la resolución ministerial que declaró a la UAP como universidad de forma definitiva.
»El ministro, antes de firmar, dijo: “Esto nunca lo he hecho. Olmedo, voy a hacer una llamadita telefónica. Voy a llamar al monseñor Karlic. Le estamos creando una Facultad de Teología en su diócesis, una facultad que pertenece a una iglesia protestante”. El monseñor le dio una respuesta que lo dejó más que tranquilo: “La gente adventista es gente seria. Ministro, si no les diéramos la universidad, sería un error enorme el que cometeríamos por pretender salvar a la teología católica”. El ministro le agradeció y firmó». Monseñor Karlic conocía el CAP porque él había enseñado en varias oportunidades en las clases de Religiones Comparadas que se dictaban en nuestra carrera de Teología.
»Nos dimos un abrazo con Salonia. Me preguntó a dónde iba y le respondí que me dirigía hasta Plaza Italia. Desde ahí iría en ómnibus hasta Florida para visitar a mi hijo. “Lo acompaño hasta la catedral”, me dijo. Salimos del Palacio de Educación. Caminamos. Llegamos a la catedral y ahí, de frente, me puso la mano en el hombro. “Bueno Olmedo ―comenzó diciendo―, vaya tranquilo. Misión cumplida. Solo le quiero decir una cosa: su iglesia dejó de ser una iglesita. Solo una iglesia poderosa puede tener el reconocimiento tal de una nación para que le den una universidad”. Eso caló muy hondo en mí.
»Y fue entonces cuando me dijo algo muy profundo, algo que no olvidaré jamás. Creo que si a este pensamiento más de uno lo pusiese en práctica, se evitaría más de un problema. Salonia me miró a los ojos: “Olmedo, ahora tome en cuenta una cosa: si hoy usted se va con la creación de una universidad en la mano, no se olvide que los que la hicieron posible no son ustedes. Son los profesores del ayer, que hicieron tan bien las cosas que hoy la Nación reconoce a la UAP como universidad”. En ese momento, aprendí que hombres humildes, sin títulos, habían establecido las bases para lo que es hoy la Universidad Adventista del Plata. No fuimos nosotros los que nos llevamos el orgullo. Son los que descansan en la tumba, que tal vez sin preparación, hicieron las cosas guiados por Dios, de tal manera que pasados los años, tuvieron el reconocimiento de la Nación argentina. No fueron glorias propias».
Al concluir la entrevista, el Prof. Olmedo brindó su mirada acerca de la Universidad en nuestros días.
«Recuerdo que viajé durante horas sin poder dormir cuando venía de Buenos Aires. Dios me permitió llegar con las buenas noticias:
—Acá está. Ya se firmó. Somos la Universidad Adventista del Plata».