01 Ago

 

Claudio y FacundoEl colportaje es una actividad de difusión de materiales de lectura que se realiza a través de la venta de los mismos, casa por casa. El colportor, al golpear una puerta u oprimir el timbre de una casa, busca no solo obtener el dinero que le permitirá cubrir sus gastos personales, sino también llevar el evangelio a través del material impreso.
Los estudiantes de la Universidad que decidieron colportar durante las vacaciones de invierno, llevan tres semanas haciendo esta tarea y ya tienen muchas experiencias para contar.
Facundo Díaz, quien cursa el segundo año de Teología, coordina un grupo de colportores en las ciudades de Pigüé, Coronel Suárez y Carhué, provincia de Buenos Aires, por segundo invierno consecutivo. La siguiente historia fue relatada a La Agenda.
“Conocí a Claudio el invierno del año pasado. Junto a Eliana Kogut visitábamos las familias de un barrio de Coronel Suárez. En una de las casas nos atendió un señor que nos trató mal. Le dijimos que queríamos hablar de salud y nos contestó que no le interesaba, pero que fuéramos a ver a su hijo que estaba loco y necesitaba ayuda. Cuando terminó de decirnos eso, salió su hijo de una casita en el fondo del terreno. Se notaba en mal estado, borracho y drogado. Comenzamos a charlar con él y enseguida le contamos que queríamos hablarle de “esperanza” a lo que él respondió:
-Yo ya tengo esperanza en alguien. Mi esperanza es Jesús.
Obviamente que nosotros nos sorprendimos. Le preguntamos si asistía a alguna iglesia y él nos dijo que antes había sido adventista del séptimo día. Para que le creyéramos, nos dio la dirección exacta del templo: Brown 1724.
Entonces lo abrazamos. ¡Habíamos encontrado un hermano con otros rumbos! Oramos, y… sí, llegaron a rodar algunas lágrimas de alegría. Le mostramos el libro “Vida de Jesús”, le recordamos lo que Dios había hecho en favor de él y lo invitamos a asistir a la iglesia al día siguiente. Allí estuvo, de traje, temprano, para alabar a Dios.
Perdimos el contacto con él luego de esas semanas ya que las vacaciones justo terminaron y nosotros volvimos a Libertador San Martín.
Pero este invierno volví a visitarlo y el sábado estuvo en la iglesia nuevamente.
Él, luego de dejar la Iglesia Adventista, estuvo 7 años internado en un manicomio, le dieron el alta, pero continúa con medicación. Dios no abandona a sus hijos, los busca y los llama en el lugar donde se encuentran y sin importar como están. La historia de Claudio lo confirma y, seguramente, Dios se alegra al ver nuevamente a uno de sus hijos en su templo”.
Los colportores en Pigüé, ya tienen a su cargo tres personas para estudiar la Biblia y los de Coronel Suárez cuatro más.
En la ciudad de Carhué no hay templo adventista pero se conformó un grupo pequeño en la casa que los colportores alquilan. La propietaria de la casa se interesó en los temas que se trataban y hace dos semanas aceptó la verdad del sábado.
Roguemos a Dios por los colportores que caminan cada día en busca de personas que quieran conocer a Dios y por las personas a quienes ellos alcanzan con las publicaciones.